Cuando algo que tiene valor en tu
vida se rompe, una vez asimilado el disgusto, tienes dos opciones, tirar los
trozos a la basura, continuar y olvidar, o intentar arreglarlo, en el supuesto
de que aparente tener arreglo, claro.
Aun en ese supuesto de que tenga
posible arreglo, pueden ocurrir dos cosas, que efectivamente lo arregles
a la primera y que las huellas del destroce sean casi inapreciables, y
recuperes parte de la ilusión, o bien
que pese a tus intentos no haya manera, el pegamento no engancha..., los trozos
no encajan...
Intentar arreglar algo que no
quiere ser arreglado es agotador, la paciencia para continuar esforzándote es
proporcional al valor que lo roto tiene para ti, y, evidentemente, a la resistencia que te encuentres.

"Los corazones
están hechos para ser rotos" (Oscar
Wilde), como todo lo demás